¿Y yo qué? Democracia y participación ciudadana
María Morfín Stoopen
Es común que relacionemos la palabra democracia con ideas como gobierno del pueblo, elecciones, credencial para votar y partidos políticos. Y, efectivamente, todos esos son elementos relacionados con el concepto de democracia, pero ¿no les pasa que tienen la sensación de que nada de eso se relaciona con ustedes en forma directa? ¿Que esas imágenes no están ligadas a su vida cotidiana? Parecería que aquello del gobierno del pueblo fuera algo que se quedara siempre como algo que no va a pasar nunca.
Para ir más allá de la contradicción entre la elección de representantes y su no representación real, pensemos en la democracia desde otro ángulo. Ampliemos la idea y digamos que la democracia no es sólo un sistema de gobierno, sino que es un orden social; esto es, la manera en que una sociedad se organiza a sí misma.
Los griegos lo pensaron desde hace siglos: la organización social no depende de los dioses, sino de los seres humanos; la forma en que se organiza nuestra sociedad es el resultado de las decisiones que las personas y los grupos han adoptado a lo largo de la historia. En pocas palabras, de nosotros depende cómo es nuestra sociedad. Y como cada grupo social tiene sus características y su historia, podemos decir que no hay una sola democracia, sino que cada cultura ha construido la suya, y entonces en el mundo hay diversas democracias, en plural.
Hay características comunes que definen a las sociedades como democráticas. Una de ellas es que las personas que viven en este orden social son las mismas que deciden cómo quieren que sea. Es el principio de autofundación y significa que las leyes y las normas son elaboradas y transformadas por las mismas personas que las van a cumplir, a vivir y a proteger. No es un rey, un dictador o un jerarca quien dice qué está permitido hacer y qué no, sino la sociedad en su conjunto. Y como ese orden social se construye desde los mismos individuos que lo integran, entonces esos individuos están posibilitados para cambiarlo. Es gracias a la acción de las ciudadanas y ciudadanos que la sociedad es susceptible de ser modificada.
Suena muy atractivo, pero ¿cómo incidir, realmente yo como ciudadana/o puedo cambiar las cosas? La acción más difundida de participación ciudadana es nuestro derecho a elegir a nuestros representantes. Sin embargo, esa no es la única forma de participar, e incluso podríamos pensar que no es la más efectiva. El cambio social se puede generar en varios niveles, desde los relacionados con las leyes y maneras de hacer del gobierno y las instituciones, hasta los concernientes a la vida cotidiana de pequeños grupos como la familia, la escuela, el vecindario, etc.
Bajo este concepto, adquiere pleno significado el que apoyemos iniciativas y proyectos que inciden en las comunidades, que promovamos el dialogo, que exijamos que se respeten los derechos humanos, en fin, que busquemos caminos para transformar nuestras sociedades a través de la acción diversa. Adquiere pleno sentido porque ejercemos nuestra ciudadanía cuando usamos nuestra capacidad de modificar nuestro entorno en la construcción del bien común y la dignidad de todos.
La sociedad se construye en lo cotidiano, todos los días, mediante nuestras relaciones con los demás, la manera de tomar decisiones, de dialogar con los otros, de expresar nuestras opiniones, de organizarnos en nuestros círculos cercanos. Por lo tanto, la democracia no es una meta lejana a la que llegaremos algún día, sino una manera de caminar, un modo de estar en el mundo: es una forma de vida.
Con fragmentos de Morfín, María. Participación infantil y juvenil. Una guía para su promoción, México, 2012.
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