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La ciudadanía como construcción comunitaria


A propósito del análisis alrededor del tema de ciudadanía al que nos ha convocado Fundación Comunidad en fechas recientes, comparto por aquí algunas ideas y reflexiones:


Tanto en las iniciativas, conceptos y aprendizajes que varios compañeros y compañeras han manifestado sobre lo que es y lo que significa ser ciudadana y ciudadano, en mi propia experiencia, desde el trabajo social que realizamos, he identificado, a lo largo del tiempo, dos corrientes que aparecen constantemente:


La ciudadanía como resistencia (por ejemplo, el no dejar pasar, el no permitir) y la ciudadanía como construcción (es decir, desde el actuar, desde el hacer, principalmente, a través de acciones voluntarias, personales y/o colectivas, y/o de carácter institucional, para autobeneficio o para servir a otras personas). Desde la primera demandamos, exigimos, denunciamos, señalamos, y sobre todo, buscamos formas no violentas (aunque a veces también incurrimos en expresiones violentas o pasivo-agresivas en el camino), para evitar que medidas tomadas por otras personas o institucionales que afectan a otros grupos o poblaciones, tomen lugar. Desde el segundo enfoque, nos ocupamos nosotras y nosotros mismos de moldear y de producir las maneras en que deseamos vivir y el desarrollo que queremos generar para nuestro propio beneficio y para los demás.


Sin embargo, también he observado que en ambas formas, de ser ciudadanos y ciudadanas, hay algunos aspectos en común:

  • Nos organizamos. Ya sea que esto suceda desde un enfoque de “demanda” o de “oferta”, como bien han señalado algunos estudiosos de la sociedad civil.

  • Ponemos los derechos y la discusión sobre privilegios en el centro. Porque en todos los casos, luchamos cuando algunas acciones violentan nuestros derechos o de otras/os, o cuando queremos alcanzar y realizar nuevos derechos. También lo hacemos cuando queremos quitar privilegios a algunos grupos que se han concebido como derechos.

  • Ejercemos nuestro poder. Lo hacemos porque estamos haciendo algo, que, al final día, el único poder real con el que contamos. Con esto no quiero decir que no existan otras formas de poder, pero en la ciudadanía radica la forma de poder más progresista: la que lleva a hacernos cargo de nuestra vida, con la que ejercemos nuestra agencia a nivel personal y colectivo.

  • Asumimos responsabilidad. Y para mí de eso se trata precisamente la ciudadanía: de no ser pasivos. De entender, aceptar y actuar en consecuencia, cuando sabemos que las cosas no cambian solas, y que no estamos totalmente determinamos de nuestras circunstancias tampoco. Se requieren ambas partes, y dicha corresponsabilidad permite vivir con bienestar y armonía.

  • Contribuimos a una comunidad. Porque no hay manera de organizarse sin establecer vínculos de confianza y afecto. Porque no podemos tener legitimidad para ejercer e incidir en los asuntos públicos y las decisiones de política, sino construimos antes una comunidad fuerte y unida, lo que sólo puede ser posible si hacemos un trabajo personal y colectivo de desarrollo.

Personalmente, yo tuve oportunidad de comprender y atestiguar esto desde hace muchos años, a través de Fundación Comunidad. Me percaté que para hacer un cambio social se requiere incidir en lo público y en lo privado, en lo personal y en lo colectivo, y que esto es posible desde las comunidades organizadas. Hablar de ciudadanía, entonces para mí, es más que quejarnos, más que denunciar, más que no permitir que sucedan agravios y abusos: es construir, con nuestras propias manos las comunidades, que constituyen las semillas para que esto suceda, con organización, con voluntad, con plena convicción de nuestros valores y propósitos. Y también con nuestros errores, tropiezos y lecciones, pero sin claudicar. Pienso que, a pesar de los años que han pasado desde su constitución, en Fundación Comunidad se sigue creyendo, pero más importante aún, se sigue practicando esta forma de ejercer ciudadanía, con liderazgo y con visión de desarrollo. Estoy convencida de que, es gracias a estas formas de trabajar y como resultado de esto, que la Fundación ha generado valor, a lo largo de su historia. Este privilegio, de ser parte de esta comunidad de la Fundación, precisamente, se convirtió en una misión personal y ha inspirado varios proyectos profesionales, todos pensados en que todas las personas, sin importar nuestras circunstancias, desde nuestra familia, desde nuestra colonia, desde nuestro grupo u organización, desde nuestro Estado y desde nuestro país, podamos ejercer el derecho de derechos y el privilegio de privilegios: el poder ser ciudadana/o. Sigamos pues, ejerciendo nuestra ciudadanía, empezando con nuestra comunidad.


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