Hablando sobre discapacidad
Roxana Villa Michel
Hace unos días tuve una interesante plática con el equipo de Todo Accesible, S.C; son un equipo multidisciplinario de personas con y sin discapacidad, algunos de ellos hicieron su servicio social en esta empresa, egresados de universidades como la UAEM, UPEMOR.
A pesar de conocer de cerca la discapacidad, en esta conversación me pareció muy interesante algunos datos que se comentaron y que me llevaron a investigar, y eso es lo que quisiera compartirles.
Por definición, la discapacidad es el resultado entre la interacción de los individuos con alguna deficiencia y las barreras; ya sean de actitud o del entorno que evitan o impiden su participación en la sociedad en igualdad de condiciones.
La persona no sufre o padece la discapacidad; la vive, por lo tanto, la persona con discapacidad es aquella que presenta de manera temporal o permanente una deficiencia parcial o total de sus facultades físicas o motoras, intelectuales y/o sensoriales que les impiden realizar una o más actividades de la vida diaria. Y se puede agravar por el entorno económico y social.
La discapacidad limitante no define a la persona, es importante siempre anteponer la palabra PERSONA y después su condición o deficiencia, por ejemplo: persona ciega o persona con discapacidad visual, persona sorda (no siempre una persona sorda es muda, quitar de nuestro vocabulario sordomudo) persona con discapacidad auditiva, persona en silla de ruedas o persona con discapacidad motriz, entre otros. Nunca utilizar diminutivos o palabras erróneas como: capacidades diferentes o especiales, minusválidos, etc.
Existe un vacío legal – social considerable sobre el reconocimiento de estos problemas como realmente se necesita para mejorar la calidad de vida, ya no solo de los afectados, sino de quienes le rodean, que enfrentan con ellos sus consecuencias.
En el 2020, el INEGI publicó que el 16.5% de la población tiene una deficiencia en México siendo esto un poco más de 20 millones de personas que viven en esta condición. La deficiencia motriz abarca el 47%; visual 22%; auditiva e intelectual 10%; la dificultad del habla 7% y deficiencia psico social 3%
Existe un tipo de deficiencia que no es muy común y que, por tanto, muchas personas no son conscientes de su existencia; esta se llama deficiencia orgánica o visceral. Es aquella que tienen los individuos con algún problema en el funcionamiento de órganos internos.
En la sociedad, se tiene una conciencia generalizada de que la persona con discapacidad es la que tiene algún tipo de impedimento para su total movilidad o una aparente falta de funciones psíquicas. No obstante, el término discapacidad también abarca otras afecciones, que pueden ser daños o dolencias en órganos internos que les supone un impedimento a nivel laboral, social o personal.
La población que vive con esta condición se encuentra impedida de llevar su día a día con total normalidad, aunque estas complicaciones no afecten para nada a los aspectos intelectuales, sensoriales o motores.
La deficiencia visceral puede impedir la plenitud en distintos sistemas del individuo: cardiovascular, hematológico, inmunológico, respiratorio, digestivo, metabólico o endocrino. Algunos casos más específicos son la fibrosis quística de páncreas, la cardiopatía congénita o la insuficiencia renal crónica terminal.
La deficiencia visceral se produce por afecciones a las funciones y las estructuras de órganos internos del cuerpo, como el corazón, los pulmones, incluyendo a la piel, generando en el paciente un impedimento para desarrollar su vida, a pesar de no tener deficiencias físicas, sensoriales, mentales o psíquicas.
Existe poca visibilidad de la deficiencia visceral en la sociedad y las instituciones. Esta parece ausente en distintos niveles para dotar a las personas que la viven de los derechos que necesitan para mejorar su calidad de vida.
La realidad es que las personas afectadas por una deficiencia orgánica tienen grandes obstáculos para acceder o mantener un empleo, compatibilizar su vida diaria con los tratamientos necesarios y, además, enfrentarse a una sociedad que desconoce o ignora la magnitud de sus dolencias y su frustración por no estar al nivel del resto de tipos de deficiencias en cuestiones de atención del Estado, y, por tanto, quedan al margen de toda ayuda que contribuya a mitigar el estilo de vida que tienen.
Otra de las cuestiones fundamentales de este asunto es que, en ocasiones, la deficiencia visceral puede conducir a otra clase de incapacidad física, como los casos en que algún tratamiento quirúrgico afectan a funciones motrices con limitaciones físicas.
Diversas organizaciones lamentan la escasa inclusión de este colectivo por no ser tan visibles a ojos de la sociedad; y, por tanto, quedan al margen de toda ayuda que contribuya a mitigar el estilo de vida deficitario que tienen ya no solo a nivel laboral, sino en la educación, la salud o la planificación de vida, por ejemplo.
Por último, el modelo social de la discapacidad considera que las causas que originan las barreras de esta no son religiosas, ni biológicas; sino que son, en gran medida, sociales. Desde esta perspectiva, se pone énfasis en que las personas con deficiencias pueden contribuir a la sociedad en iguales circunstancias que las demás, pero siempre desde la valoración a la inclusión y el respeto a lo diverso.
Desde este enfoque, la discapacidad es una colección compleja de condiciones, muchas de las cuales son creadas por el entorno social.
“Todos tenemos el derecho a un trabajo digno y bien remunerado. Pero para la gran mayoría de aquellos con disCapacidad, no importa donde nacieron, un trabajo parece inalcanzable, no por ineficiencia, sino un problema severo de oportunidades y accesos”.
Franklin Roosevelt. Presidente de E.U. 1933 – 1945.
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